jueves, 4 de septiembre de 2008

Experience Tour (Linares in memoriam)



Se fue Luisito. La parca ultimó detalles con el cantor aunque le venía siguiendo el tranco desde hace rato. En verdad no es de lo mas reconfortante abundar en ciertos tópicos, sumado a que nada puedo escribir a ciencia cierta, ya que mi voz proviene de las vísceras y su eco es este fragmento. Nada mas lejano a la mesura y a el dato inequívoco, y esto que digo es reconocible a los ojos, en mis palabras, soy dificultad para esquivar las trivialidades de la pena y alguno que otro charco.
Luisito: corazón tremendo en cuerpo extraño. ¿Sabes que pasa? Pasa que andamos creyendo entre los vivos que el mundo se torna mas hostil cuando uno siente demasiado. Y él se deshacía cuando abría la boca, se le notaba la sangre dibujándole su cráneo liso, su cogote de pájaro, justo cuando gesticulaba la mueca efervescente de los apasionados. Pura y genuina pasión de un extrordinario humorista, hipnotizta de cualquier mortal por prepotencia de carisma. Ese sentido del humor que fue lo mas cierto en su persona, y por pura dialéctica también, el telón que tapaba una escena detrás. Lo que sube muy alto cae muy duro, es inevitable parece.
No diré ahora que jamás existió un cantor de ese linaje, no afirmaría tal premisa, ya que a mi parecer ni existe el resto. Pero sí es cierto que vivimos en una sociedad necrológica, basta con leer entrelineas y dejarlo en evidencia: escribimos sobre los muertos, legislamos después de la masacres, hacemos homenaje a, primamos la nostalgia.
Vale decir que no conocí nada parecido a ese hombre, a esa voz. El fue un montón de nada transitando con elegancia los empedrados mas fieros, los flagelos de la miseria o del amor, los múltiples rostros del la vida urbana. La parca lo tenía bien junado a Luisito...
No hablemos de que vino sin aviso la parca por mas doloroso que sea imaginar el escenario vacío, esa estampa tan cruda. Él supo trazar su recta final porque no escatimo sangre en fusilarías; vivió en carne viva al tango desde la cúspide de los letrados hasta las madrugadas en la villa, que al final de cuenta fueron los hábitat de su anchura. Ni la morfina pudo enturbiar su sangre, -su real sangre-, ni el humo su gola, ni el abismo de la soledad su amor de perro nocturno, inevitable coloso del arrabal, tan sensible el tipo que uso de báculo las anestesias para apaliar la angustia ominosa de este mundo. Es que el mundo es mas duro para la gente sensible. Y hoy los que vivimos cerca de él no somos de piedra justamente, cada uno hace lo que puede. Se fue un hombre fundamental. Pocas palabras para él y todo una marea de sentimientos. Una mueca siniestra de la suerte.