...la única relación en serio que tuve y he de tener con los cítricos, es con el limón. Mi papá preguntaba ¿tomás tu cocktail? y ahí nomás exprimía medio limón y completaba el vaso con soda.
Con el tiempo, necesité ponerle a la soda el jugo de dos mitades de limón, lo cual ya es un hábito en mi incansable lucha contra la sed y el sentimiento corpóreo de vacuidad. El limón sin agua lo siento dulce, pero la sensación posterior al trago me deja pletórico y con ganas de gritar a los cuatro vientos cuanto me gustás. Raro que coma naranja, pomelo más extraño aún: al pedo. Limón, caballito de batalla, incansable compañero del beber, en rodaja o gajo, un Hércules contra las inclemencias del tiempo y los mocos, un referente en la lucha cuerpo a cuerpo con el desconcierto más pueril de cuando nada sabe a nada: el limón; equilibrador universal de aguas-ardientes de bajo mote, el acido justo para carbohidtratos, escalopes y pescados; sabor perfecto como pocos, remedio casero, promotor de gestos chistosos, fuerza y poder del amor y del peronismo: limón, noble infaltable.